Hubo un puñado de actuaciones aceptables nomás. Pero los últimos rendimientos de los equipos argentinos de atletismo en los torneos sudamericanos y panamericanos de las categorías juveniles podrían ser vistos como espasmos, picos de rendimientos positivos que no pueden ocultar una realidad: desde hace mucho años el atletismo nacional no está bien.
Nadie puede pasar por alto lo que sucede en las competencias absolutas de ese nivel continental. Las actuaciones van en declive más allá de algunas excepciones individuales. En el Campeonato Sudamericano de Mar del Plata realizado en abril, por ejemplo, y pese a la localía, Argentina ganó sólo tres pruebas, la mitad de lo conseguido en San Pablo en 2023. Hubo mejoría en algunas marcas, pero eso no alcanza.
En las últimas competencias importantes –Juegos Olímpicos y Mundiales– la brecha se amplió en la última década. Salvo el título en los Juegos Olímpicos de la Juventud de Nazareno Sasia en lanzamiento de bala, la mejora en los tiempos de Elián Larregina en los 400 metros o la final mundial de Belén Casetta en los 3 mil con obstáculos, nadie pudo imponerse, sobresalir en el marco de un declive preocupante. Y el reciente Mundial de Tokio (la capital japonesa recibió el torneo por tercera vez) fue una muestra más de ello. Y contundente, además.
Un número record de países ganó medallas en la edición más impactante del torneo que contó con representantes de 193 países y los deportistas del Equipo de Atletas Refugiados. Fueron 53 países los que lograron subir al menos una vez al podio y así se superó el record de 46 establecido en Osaka 2007 e igualado en Budapest hace dos años. Se estableció un record mundial, nueve records de campeonato y nueve records continentales y Samoa (Alex Rose), Santa Lucía (Julien Alfred) y Uruguay (Julia Paternain) fueron medallistas por primera vez mientras Tanzania (Alphonce Felix Simbu) logró su primer oro. Un dato más amplio: de los 210 países que integran World Athletics, 105 ya ganaron al menos una medalla en la historia de los Mundiales, cuya primera edición se remonta a 1983. Y de Sudamérica ya consiguieron una presea en estos 42 años Brasil, Colombia, Ecuador, Perú, Surinam, Venezuela y, ahora, Uruguay.
¿Y Argentina? Volvió a quedar lejos, demasiado lejos.
El historial de los atletas nacionales en los Mundiales está lejos de ser distinguido. La mejor actuación la consiguió Germán Lauro que fue séptimo en el lanzamiento de bala de Moscú 2013 mientras Antonio Silio le siguió con su octavo puesto en los 10 mil metros de Stuttgart 1993. También fueron finalistas Alejandra García (11° en garrocha en Sevilla 1999), Jennifer Dahlgren (novena en martillo en Daegu 2011), Rocío Comba (11° en disco en Moscú 2013), otra vez Lauro (noveno en bala en Beijing 2015), Germán Chiaraviglio (noveno en garrocha en Beijing 2015), Braian Toledo (décimo en jabalina en Beijing 2015) y Belen Casetta (11° en 3 mil con obstáculos en Londres 2017).
A Tokio 2025 el equipo argentino concurrió con cinco atletas. Ninguno pudo pasar la primera ronda. Larregina fue quien estuvo más cerca (a un puesto de acceder a las semifinales de los 400 metros) mientras Micaela Levaggi rompió el record nacional de los 1.500. Algo sigue funcionando mal, entonces. Y aparecen las preguntas. ¿Qué ocurre? ¿Por qué otros países sudamericanos aparecen competitivos y Argentina está lejos de serlo? ¿Cuáles son las causas de no poder siquiera acercarse a una final en la elite? ¿Hay culpas? ¿Quiénes son los responsables? ¿O a qué factores hay que atribuirle esa responsabilidad?
La comparación con el resto de la región debe ser analizada desde varios ángulos.
Uno de ellos es el de las especialidades. Y un ejemplo es la marcha: Brasil tiene una célula de desarrollo de marchistas en Sobradinho y de ahí, aprovechando todas las condiciones favorables, surgió Caio Bonfim, campeón del mundo y subcampeón olímpico de los 20 kilómetros y subcampeón del mundo de los 35. Pero también hay muy buenas escuelas en Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia. Argentina no tiene una escuela de marchistas.
También hay que destacar dónde se construyen los mejores atletas sudamericanos. Hay un caso testigo. En Chile están maravillados con Martina Weil (y no hay razón para no hacerlo). Weil, hija del lanzador de bala Gert Weil y la velocista colombiana Ximena Restrepo -fue bronce en los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992 y hoy quiere ser la sucesora de Sebastian Coe en World Athletics-, surgió en la gran vidriera con apenas 16 años en el Sudamericano de 2017 realizado en Asunción cuando con apenas un puñado de carreras en 400 metros ya corría en los 55 segundos. ¿Qué hicieron sus padres? La enviaron al exterior. Primero a una universidad estadounidense y luego a Bélgica, que tiene una gran 4×400 desde hace varios años. Hoy corre en los 49 segundos y quedó a sólo una centésima de ser finalista en el Mundial. Si se hubiera quedado en Chile, no sería la Weil de hoy. ¿Qué encontró afuera? Sobre todo competencia permanente. Argentina -y Chile- no tienen mercado interno y en nuestro país juegan en contra su centralismo en Buenos Aires, Córdoba y el sur de Santa Fe y su enorme extensión. Por eso la solución es emigrar. Aunque no todos los atletas están preparados psicológicamente para hacer el esfuerzo.
Una vez que se desarrolla el talento en Argentina ese talento debe estar dispuesto a irse. Y el Estado tiene que estar dispuesto a apoyarlo en el exterior con lo que haya. Pero no todos quieren vivir dos años en España o Italia para entrenar y competir durante los 12 meses. Larregina y Levaggi, por ejemplo, deberían vivir afuera desde «ayer». Porque afuera -lamentablemente- está lo mejor y un caso testigo es el de Paternain, la maratonista que compitió en Tokio con los colores uruguayos pero nació en México y se crió y se formó en Inglaterra, cuna de grandes mediofondistas y fondistas que tiene un sistema que funciona. Después fue invitada a correr para un equipo de Flagstaff, en la altura de Arizona. Y explotó.
Otro punto importante para abordar es el de la pobre infraestructura argentina. Ahí aparece otro ejemplo que marca a las claras el problema que existe cuando también la política se mete en el deporte: el Centro de Entrenamiento de Cachi, anunciado durante la gestión de Matías Lammens como ministro de Turismo y Deportes en 2023, todavía no puede usarse totalmente. Su pista, ubicada a 2.400 metros de altura e ideal para la preparación de los fondistas y mediofondistas, aún no fue habilitada para los atletas de alto rendimiento porque la decisión final depende de la municipalidad de esa ciudad salteña. En la Confederación Argentina De Atletismo confían en que finalmente la podrán utilizar. Pero hay sospechas de que también la podrá usar cualquiera que tenga ganas de correr un poco.
El marplatense Daniel Díaz es el coordinador de Selecciones nacionales de la CADA y ante la situación actual remarca que «el secreto para construir un atleta no es solamente tener un plan de entrenamiento y seguirlo sino, además, construir un equipo de trabajo para acompañarlo, un ambiente favorable para su desarrollo. Y eso es muy difícil de lograr en nuestro país». Y agrega: «Tenemos grandes talentos, sobre todo en el interior. Pero hay también una alta deserción a edades tempranas por muchas razones. ¿Cuáles? Las oportunidades de competencia internacional son pocas, las razones económicas los hacen desistir a mitad de camino y hay motivos para elevar la frustración. Por ejemplo, hay chicos de selección que no tienen un taco para entrenar o hay chicos de selección que en su escuela los aplazan en Educación Física por no asistir a las clases. Hay muchas falencias. Ni hablar de la extensión del país y de la falta de infraestructura. Necesitamos entrenadores bien pagos, comprometidos, equipos de profesionales de médicos, nutricionistas, kinesiólogos trabajando en el mismo sentido. Es difícil motivar a un chico en el atletismo aunque lo que ofrece el deporte es disciplina y capacidad de esfuerzo y de elevar los niveles de sufrimiento; todos son valores muy importantes para la vida. Necesitamos que los mejores talentos lleguen a los 25-26 años y eso no está ocurriendo».
-¿Cómo calificás la actuación argentina en el Mundial de Tokio?
-Fue sobresaliente teniendo en cuenta lo que tenemos y lo que llevamos. Pero estamos remando en dulce de leche porque estamos hace décadas retrasados. Y por eso estamos tan lejos de una final.