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cómo es dirigir al Bolívar en la altura, el papelito que lo marcó y por qué todavía no hay ‘Scalonismo’


Flavio Robatto mira a casi todos desde arriba. No, no se trata de una frase surgida desde la altanería, todo lo contrario. Cruzar un par de palabras con este cordobés de 51 años hacen entender que el perfil bajo es una de sus características. La oración, entonces, tiene que ver con ser un DT argentino y exitoso en el techo del mundo: la siempre temible -deportivamente hablando- altura de La Paz. Allí, a 3650 metros sobre el nivel del mar y desde enero de 2024, conduce los destinos del Bolívar, el club más laureado de Bolivia pero al que logró reposicionar en los primeros planos de Sudamérica, con un octavos de final en la Libertadores 2024 (perdió con Flamengo 2-1 en el global) y unos cuartos en la edición actual de la Sudamericana (lo eliminó agónicamente Atlético Mineiro de Brasil).

Robatto es saludado por Tité, que dirigía Flamengo cuando se enfrentaron en 2024. Foto: REUTERS/Ricardo MoraesRobatto es saludado por Tité, que dirigía Flamengo cuando se enfrentaron en 2024. Foto: REUTERS/Ricardo Moraes

Y con un simple papel que guarda en un sitio especial de su memoria, recuerda el momento en que surgió una pasión que hoy se convirtió en su profesión. «Cuando llegué a Ecuador por primera vez, un técnico que tuve me dijo que me escriba en un papelito el lugar de dónde salí y yo puse el primer club que dirigí Primera División que era Centro Cultural Alberdi, en la liga local de Río Cuarto. El papelito lo perdí, pero siempre lo tengo presente. Cada vez que voy a estadios emblemáticos como el Maracaná, lo tengo presente. Porque después de eso, llegar allá es todo ganancia y lo disfrutás el doble», explicó, en una entrevista con Clarín, este fanático de Independiente, porque su papá lo traía de Córdoba a Buenos Aires solo para ir a la cancha del Rojo.

En el año y medio que lleva al frente del equipo boliviano ganó el Torneo Clausura y el título de Liga, ambos de 2024. Actualmente está tercero con 46 puntos, detrás de Always Ready (55) y The Strongest (52).

¿Cómo fue que te conectaste con el fútbol?

Mi papá era dirigente en Estudiantes de Río Cuarto, así que nací directamente en una cancha. Empecé a jugar de chico en el club, hice todas las Inferiores ahí. Recuerdo los jugadores de Buenos Aires que se llevaban esos tres o cuatro meses que duraba el Torneo Nacional. Vi jugar en Estudiantes a Roberto Mouzo, Ariel Krasouski y Carlos Leonel Trucco. El club estaba a dos cuadras de mi casa, salía del colegio y me metía ahí adentro hasta la noche.

-¿Te acordás del momento en que te hizo el click de decir ‘me quiero dedicar a esto’?

Fue desde siempre. Soñábamos con fútbol todo el tiempo. Si bien yo era más grande, compartíamos con Pablo Aimar muchos momentos y el padre de él era mi entrenador. Todos queríamos jugar como él. Pero llegar desde el Interior era muy difícil. A los 15 años me probé en San Lorenzo, en una visoría, pero mis viejos no me dejaron viajar. A los 17 me pasó lo mismo con Platense. Nuestro futuro estaba en Río Cuarto, o máximo Talleres o Belgrano.

Foto: REUTERS/Ricardo MoraesFoto: REUTERS/Ricardo Moraes

¿Y con qué te encontraste cuando abriste esa puerta de llegar a jugar en Buenos Aires?

Me tocó dura. Fui a Platense, era un pibe del Interior en Capital. La proporción en ese momento era 3 de 20, cuando hoy capaz hay 20 de 23. Llegué a Reserva, no pude debutar y ahí pasé a Comunicaciones. Pero al mismo tiempo era entrenar, jugar y laburar. Cuando ya tenía 23 o 24 años decidí que me gustaba ligarme al fútbol desde la parte de entrenador, lo hacía con chicos en una escuelita de barrio. Pero ya tenía pensado ser DT, no tenía sueño como futbolista. Ahí volví a Río Cuarto y empecé mi carrera como entrenador.

¿Cómo fuiste formando la filosofía Robatto?

Mirá, va a sonar raro. Pero nosotros en Río Cuarto teníamos al Turco Wehbe (NdeR: relator de fútbol que murió en agosto de 2020), era amigo de mi familia y creo que aprendí mucho más ahí que con mis entrenadores. Hablábamos de fútbol, escuchaba sus relatos y en mi adolescencia absorbí todo. Soy hincha de Independiente, mi viejo me llevaba a la cancha cada vez que íbamos a Buenos Aires, y entre eso, el Turco y la escuela del papá Aimar, tenía una manera de ver el fútbol con un paladar especial. Eso no lo cambié nunca, fui cometiendo menos errores pero el lirismo o esa manera de ver o pensar el fútbol de una manera específica lo sigo manteniendo 30 años después.

Su camino empezó en el desaparecido Torneo Argentino C e inició un camino que primero lo llevó a acompañar desde diferentes funciones a entrenadores reconocidos como Gustavo Costas (en Barcelona de Ecuador), Rubén Israel (que luego lo llevó a Colombia pese a tener ideas futbolísticas diferentes), Luis Zubeldía o Carlos Ischia.

Pero el fútbol fue evolucionando mucho en este tiempo. Y en épocas de sobreinformación, de datos instantáneos, Robatto trata de aprovechar al máximo lo que le aporta la tecnología, sin olvidar que la percepción humana puede resolver otras cuestiones.

«Sería poco inteligente no aprovechar el dato. Nosotros tenemos el partido en vivo en el banco de suplentes, con la cámara desde arriba y podés cotejarlo ahí. Me llevo muy bien con eso. Los datos son imágenes para mí. A nosotros como entrenadores nos ayuda un montón, y no con eso vamos a salir del lirismo o que al 4 le coman la espalda. Después al jugador le damos algo muy resumido y específico, todos son distintos algunos son chapados a la antigua y otros lo aprovechan más», explicó.

¿Cómo te definirías dentro de las diferentes corrientes de entrenadores que hay en el fútbol?

Guardiolista a morir. Tuve la suerte de conocerlo personalmente este año, porque viajamos a Manchester a hacer una mini-pretemporada porque formamos parte del City Group. Justo la noche anterior habían jugado contra Brujas por la Champions. Juanma Lillo, que era su asistente, había visto mucho a Bolívar en la Libertadores, los octavos contra Flamengo. Eso me sorprendió mucho, porque nos destacaron cosas que nosotros habíamos hecho que nadie se había dado cuenta y ellos sí.

¿Que Argentina haya sido campeón del mundo en Qatar ayudó a los DT argentinos a conseguir mejores oportunidades en el mundo?

Bastante. También las Eliminatorias, donde 6 o 7 países tuvieron entrenadores argentinos en su mayoría con procesos exitosos. Fue un auge como pasó en España después de Sudáfrica 2010, cuando salieron 10 mil «Guardiolas» por el mundo.

¿Y entonces hay un Scalonismo ya?

No creo que todavía lo haya. Capaz en unos años, tal vez y que haya una disyuntiva con un entrenador que tenga logros parecidos, que va a ser muy difícil. Pero que pueda haber ese Menotti-Bilardo, ese Bielsa vs anti Bielsa. Sin embargo, Scaloni tiene muchísimas cosas para admirar, porque para mí fue la mejor de la historia, habiendo visto las dos anteriores del 78 y 86, porque mantenía una superioridad con el rival notoria y siempre intentando cosas parecidas para mantener una identidad.

Foto: Javier TORRES / AFPFoto: Javier TORRES / AFP

¿Qué fue lo primero que pensaste cuando te llamó Bolívar?

Primero que no pensé que iban a pagar una cláusula por mí, porque me quedaba un año de contrato en mi anterior club. Tuve tres entrevistas, ya conocían toda mi metodología, fue mucho más fácil explicarlo. Después en el día a día cambia bastante porque tiene mucha más exposición, no es lo mismo ir al cine por ejemplo. Con lo bueno y lo malo.

¿Cómo es entrenar en altura?

Yo venía de otro equipo de altura, así que el cambio para mí no fue tan brusco. La forma de entrenar tampoco, pero a diferencia del llano, en la altura podés entrenar al 80 por ciento, tenés que administrar más. Tal vez los partidos son distintos. Pero nosotros pudimos lograr jugar igual en llano como en altura, en las Copas internacionales tuvimos casi los mismos resultados. No es que es un mito, pero la altura cada vez influye menos, con el correr de los años se va a aprender mucho más.

¿Qué te pasa cuando se dice ‘estos ganan por la altura’?

Son las reglas del juego, pero nosotros ganamos en Chile, en Perú, en Paraguay, empatamos en Colombia. Eso se responde ahí, en los resultados. Creo que va más allá de eso, no te voy a decir que no me molesta un poquito.

¿Es como que te bajan el precio?

Y sí, es un poco eso. Y cuando perdés, perdés el doble, porque te dicen «mirá, perdieron con la altura». Me ha tocado del otro lado cuando estaba en Barcelona de Ecuador que cada dos semanas ibas a Quito.

¿Y cómo es convencer a un jugador para que vaya a jugar en la altura?

Me costó. Te lo ejemplifico en dos casos: Martín Cauteruccio, que estaba en Sporting Cristal al lado del mar y la playa, convencerlo nos costó un mes y medio; y Daniel Cattaneo que era el 10 de Millonarios venía de un poco de altura en Bogotá. Sí es difícil para un jugador que nunca jugó en la altura venir a competir acá.

¿Qué te sorprendiste que hiciste vos en Bolívar?

Que pudiéramos convencer a los jugadores de jugar en el Maracaná igual que en La Paz. Eso fue lo más sorprendente. Estábamos acostumbrados a que un equipo boliviano iba a Brasil a colgarse del travesaño. Contra Atlético Mineiro (por la Copa Sudamericana), estuvimos a 30 segundos de ir a los penales en la serie. Las dos llaves anteriores las ganamos de visitante también.

¿Cómo te gustaría verte en un futuro?

Tengo varios desafíos pendientes todavía. Creo que algunos lugares y equipos te seducen un montón, más allá de la comodidad que tengo hoy, nosotros somos pasajeros en esta profesión. La idea es que en el mediano plazo podamos tener una oportunidad en algunas Ligas que me gustan mucho como Brasil, que es uno de mis sueños si bien es una carnicería, y obviamente volver a Argentina, es mi casa.



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